dedicado a la evolución del alma

LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS Y LAS CUATRO LLAVES DE LA REVELACIÓN

AVALON PSICOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD

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VESICA PISCIS TOURS

Viajes Sagrados y Conscientes

 

LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS Y LAS CUATRO LLAVES DE LA REVELACIÓN

 

                                                     Apocalipsis significa revelación. ¿Revelación de qué? De las verdades y las posibilidades que se encuentran guardadas en nuestro interior, tanto física como metafísicamente hablando. Para que esas verdades sean reveladas, y la luz que somos salga al exterior, primero hemos de rebelarnos, es decir, plantarle cara a nuestro lado oscuro, iluminarlo y disponemos a extirpar de raíz nuestros complejos, traumas, negatividad, tristeza, procastinación, ausencia de persistencia y determinación, así como todos aquellos patrones, programas y conductas que nos mantienen anclad@s a lo que no somos, frenando nuestra apertura y avance hacia lo que sí somos y estamos en condiciones de llegar a ser: luz, amor, sabiduría, verdad, belleza, bondad, creatividad, prosperidad, paz y demás cualidades de vibración energética superior.

 

                                                                  La rebeldía ante todo eso que merma nuestras posibilidades, es un acto quirúrgico que abre nuestro ser, llegando hasta su núcleo más interno y profundo, para que todo aquello que ya esté muerto y putrefacto, sea purificado, liberado y trasmutado en vida, pasando entonces del reino del yo terreno, al reino de nuestro verdadero y eterno YO SOY, que siempre estuvo ahí, esperando nuestra llegada, que no es otra cosa que la elevación de nuestra frecuencia vibratoria, para estar en la misma sintonía que la suya y comenzar a recibir, desde su infinita y rica fuente de amor y sabiduría, todas sus bendiciones.

 

                                                                  El libro del Apocalipsis, atribuido a Juan de Padmos, menciona en su capítulo sexto, cuatro jinetes despiadados y potentes que perjudican a la vida y, como copartícipe de ella, también al ser humano y a todo cuanto, en una forma u otra, existe en el maravilloso y sagrado planeta en que habitamos. Esos jinetes son la muerte, la guerra, el hambre y la conquista. Cada uno de ellos va montado en un caballo:

 

  1.     Caballo blanco: Está montado por el jinete de la conquista
  2.     Caballo amarillo bayo: Está montado por el jinete del hambre
  3.     Caballo rojo: Está montado por el jinete de la guerra
  4.     Caballo negro: Está montado por el jinete de la muerte

                                                                 

                                                                  Si hubiera un quinto jinete ese sería, sin duda, el miedo, el más peligroso y devastador de todos puesto que, cuando hay miedo, el amor está ausente y, como consecuencia, los seres humanos se vuelven peligrosos, tanto para ellos mismos como para sus congéneres y para la vida en su conjunto. La forma más habitual y común de manejar el miedo es el control, mas no un control justo, sensato, inteligente y adecuado, sino un control excesivo que, por lo general, también va acompañado de autoritarismo y cuando éste aparece, las libertades y los derechos humanos, incluso los más básicos, naturales y primordiales, comienzan a ser agredidos y mermados, cuando no directa e ilegítimamente eliminados.

 

                                                                  Ese jinete del miedo ha estado, y todavía está, detrás de los otros cuatro, sosteniéndolos, alentándolos y alimentándolos. De no ser así, éstos no existirían y, en caso de existir, su influencia y su incidencia serían prácticamente inapreciable. La buena nueva es que su hegemonía, la de los cinco, felizmente está llegando a su fin, si no murió ya de forma definitiva a manos del jinete del caballo negro, gracias a que el amor, jinete opuesto al miedo, es el único que en verdad existe, el único que en verdad puede dar vida y mantenerla fuerte y reverberante para tod@s y para todo como, a pesar de la larga y ancha historia de los otros cuatro, ha seguido ocurriendo. La mayor prueba de ello es que aquí estamos, todavía sobre la faz de la Tierra, progresivamente más transformad@s, sabi@s, amoros@s, pacífic@s y elevad@s, por mucho que las apariencias, que sólo son meras ilusiones y hologramas de la realidad última, pretendan hacernos creer, e incluso convencernos, de lo contrario. Al final, la luz siempre se hace presente e ilumina la oscuridad, cuya misión más importante es impulsar a la luz, ya que ambas laboran juntas, cada una con sus propios instrumentos y llegando a distintos resultados, por la sencilla razón de que son las dos polaridades del espectro de la luz.

 

                                                                  En los últimos meses, y me refiero a los transcurridos entre principios de 2020 y el día en que estoy escribiendo este artículo, a mediados de abril (el mes que abre) de 2022, han sido muy mencionados otros cuatro jinetes apocalípticos que, lejos de cumplir la labor que les hubiera correspondido realizar en favor de la humanidad y la vida en la Tierra, hicieron justamente lo contrario, empleando sus fuerzas para crear múltiples y variadas dificultades, en vez de utilizarlas para crear múltiples y variadas oportunidades y posibilidades. Esos cuatro nuevos, y viejos, jinetes no son otros que la economía, la ciencia, la política y la religión, que también implicaron y llevaron consigo conquista, hambre, guerra y muerte. Sinceramente, por todo lo que ahora sé, y que está tan disponible para tod@s como para mí, considero que la religión, mal entendida y peor manejada, ha sido la más perjudicial de esos cuatro viejos jinetes disfrazados, para confundir y despistar, con nombres nuevos, además de su verdadera cabeza pensante, organizadora y dirigente. No es momento ni lugar para analizar esto de forma profunda, ni la pretensión de estas líneas hacerlo. Sólo lo menciono con el propósito de que sirva para reflexionar e investigar, a quienes todavía no hayan accedido a esa información y quieran conocerla. Nadie puede hacer por nadie lo que cada un@ de nosotr@s está en condiciones de, y puede, hacer por sí mism@. Quien tenga oídos que escuche y quien tenga ojos que vea. Y quien no, ya lo hará más adelante. Nadie se quedará sin ver ni escuchar la verdad, por muchas vueltas, o vidas, que le lleve llegar a ella.

 

                                                                  Muchos han sido, por distintos motivos, los pueblos conquistados y dominados por otros pueblos, a lo largo de la historia humana. Creo que ningún país o territorio se ha librado de ello. Incluso los países que no han sido conquistadores de otros, sí han ejercido ese afán de conquista de manera interna y unas comunidades eran invadidas por otras. Todavía hoy sucede esto, aunque como dije antes, está a punto de terminar de manera definitiva. En el ámbito privado, el impulso hacia la conquista también existe, ya que todavía hay personas que quieren ejercer su poder sobre otras, por diferentes razones. Si hay deseo de conquista, cualquiera de esas razones será inválida e ilegítima. Ese deseo de conquistar, es una de las causas que ha llevado a unos pueblos a luchar contra otros, dando así origen a las guerras, y no sólo a las que se realizan con armas. Hay otras muchas maneras de guerrear, visibles y silenciosas, e igualmente causantes de dolor, destrucción, pobreza, enfermedad y muerte. El hambre es una de esas maneras silenciosas de eliminar gente. Cada día perecen por su causa millones de personas en el planeta. Resulta paradójico que en un lugar tan fértil, abundante y rico en recursos como la Tierra, todavía hoy, en el siglo XXI, siga muriendo gente de hambre en una buena parte de su territorio, mientras que en muchos otros lugares, la comida se tira a la basura y se destruye, por no decir que también se consume en exceso y sin necesidad.

 

                                                                  Si miramos a estos jinetes de una manera proactiva, que es el propósito de estas líneas, entonces podremos cabalgar sobre sus monturas y pasar, por dondequiera que vayamos, de la destrucción a la construcción, de la devastación y de la muerte, a la creación y sustento de la vida, obteniendo recursos y medios para todo, desde lo más básico hasta lo más elevado, pasando de la simple supervivencia a la vida verdadera, pues para eso estamos aquí, para vivir con alegría y plenitud, prosperidad y abundancia material. No hemos venido a sobrevivir ni a quedarnos en los puestos más bajos de la pirámide, sino a escalarla hasta su vértice superior y, una vez ahí, comenzar a levantar una nueva y diferente, en una octava más elevada, mientras nos relacionamos con nuestros semejantes y observamos, con felicidad y alegría, que tod@s y cada un@ de ell@s logran estas mismas empresas, en el momento del tiempo y del espacio que es adecuado y preciso para ell@s.

 

                                                                  En esa visión proactiva y según mi criterio, los cuatro jinetes y caballos apocalípticos, quedan transformados en las siguientes llaves de revelación:

 

  1.   Jinete y caballo rojo. Representan la lucha sagrada dentro de un@ mism@, esa que se produce entre nuestro lado más oscuro y nuestro lado más claro, con el propósito de llevar luz a la oscuridad, ver lo que en ella hay de valioso y, después, atrevernos a ponerlo en marcha para manifestarlo en el mundo. De esta lucha sagrada hablan todas las sabidurías del planeta, todas ellas malinterpretadas por la mente excesivamente terrestre y alejada de su esencia celeste que, por su afán de poder, creyó que esa lucha tenía que realizarse con alguien externo, con la intención de causar su muerte y quedarse con todos sus bienes. El rojo es el color de la vida y de la sangre, el líquido elemento donde se encuentra nuestro código genético divino y estelar, además de humano y terreno, que lleva consigo toda la herencia que nos corresponde y que la Fuente Creadora nos entregó cuando creó nuestro ser a su imagen y semejanza.

 

  1.    Jinete y caballo negro. Representan la muerte de lo que ya está obsoleto, de lo que ya dejó de cumplir una función transformadora y evolutiva en nuestra vida, de aquello que ya no nos proporciona avance, alegría, bienestar ni felicidad, por mucho que, quizá, sí proporcione cuantiosos y sustanciosos bienes materiales. Todo cambio, toda transformación, toda metamorfosis, precisa y lleva consigo un proceso de muerte, no necesariamente física aunque sí psicológica, energética, de pensamiento, sentimiento, actitud, acción y relación. Si no dejamos morir y marchar, con agradecimiento y amor por todo cuanto nos proporcionó, lo que ya no encaja ni casa con nuestro estado evolutivo actual, pocas construcciones nuevas podremos levantar y disfrutar. No se puede echar vino nuevo en odres viejos, porque se estropearía y perdería su prístino sabor. El negro es el color de la tierra, útero y tumba que transmuta todo cuanto sembramos o depositamos en ella, cuidándolo y alimentándolo amorosamente, hasta que llega el momento de salir a la superficie, para ser lo que esa semilla ha de ser: un manzano, una rosa, una zanahoria…, o convirtiéndolo en materia prima para un uso posterior.

 

  1.    Jinete y caballo amarillo bayo. El amarillo, el dorado y el anaranjado claro son colores relacionados con el sol, que puede presentarse con una de esas tres tonalidades en distintas épocas y momentos del día o del año. En el sistema solar en el que vive, habita y orbita la Tierra, el sol es el astro rey, la estrella diurna del firmamento, al igual que la luna es la estrella y la reina de la noche, que toma el relevo de su estelar esposo cuando éste se retira a descansar, alumbrando el cielo nocturno, para que no se quede en completa oscuridad. Las hijas de ambos: las estrellas, acompañan y apoyan a su madre en su cotidiana tarea. Más allá de ser la estrella más brillante del sistema en que habitamos, el sol es una de las muchas representaciones y manifestaciones de la fuente eterna de la vida que, además de crearnos, también nos cuida, alumbra, calienta y alimenta. En algún momento del tiempo y del espacio, los seres humanos nos convertiremos en seres solares o, lo que es lo mismo, en soles que brillan con luz propia. Esa es nuestra procedencia y, por lo tanto, nuestro destino final, entendiendo por destino la meta y el propósito más elevados y luminosos que hemos de materializar. Un ser solar, como tod@s nosotr@s somos y hemos de llegar a ser, es un ser iluminado y maestro, crístico y búdico, transparente como un cristal e inmensamente sabio, amoroso, creativo, pacífico, próspero, fraternal, bello, verdadero, bondadoso y, por delante de todo, alegre y feliz, capaz de disfrutar de la vida y de danzar con ella, incluso y sobre todo, cuando va vestida con el más feo y harapiento de los trajes, y la música que suena sólo es, en verdad, estruendo y ruido, carente por completo de ritmo, melodía y sintonía. Nada de eso le afecta lo más mínimo. Más bien le invita a potenciar su luz e irradiarla, sabiendo como sabe que ésta, con todos sus componentes, todo lo puede transformar y embellecer. Buda, Yeshua, Odín, Osiris…, son ejemplos masculinos de ese tipo de seres, o soles. Isis, Kuan Yin, María, Myriam…, son ejemplos femeninos. Tod@s, mujeres y hombres, estamos destinad@s a convertirnos en soles, y hemos venido a la Tierra para brillar con luz propia en ella, sin temerla ni esconderla. Si lo hiciéramos, privaríamos a la vida de esa luz y, sobre todo, nos privaríamos a nosotr@s mism@s de nuestro brillo esencial y, como consecuencia, nos mantendríamos en la oscuridad, y no es eso lo que la Fuente Creadora tiene preparado y planificado para nosotr@s. Para ese viaje tan corto no nos hubiera creado, ni nos hubiera infundido su luz.  Nos creó para trayectos largos y expansivos en los que poder irradiar esa luz, como hacen todos los soles de todos los sistemas, para que libremente sea tomada por quien la quiera recibir y quien no, tendrá que colocarse un sombrero o salir a la calle con sombrilla, mas no esperar o pretender que el sol deje de alumbrar porque no le apetezca, o le parezca inoportuno, recibir su luz.

 

  1.    Jinete y caballo blancos. El blanco es el color de la luz pura y primigenia, que llega hasta la Tierra refractada en los siete colores del arco iris, otro de los códigos y frecuencias de los seres solares, búdicos y crísticos, ya sea que en la experiencia terrestre, estén encarnados como mujeres o como hombres. En verdad, hay muchos más que siete colores, si bien todavía no son perceptibles para la mayoría. Por su relación con la pureza, el blanco tiene que ver con lo más auténtico, inmaculado y genuino de nuestro ser, cualidades imprescindibles para conquistar los más elevados lugares y llevar a cabo los más significativos propósitos que, sobre todo, tienen que ver  con nosotr@s mism@s, nuestra transformación constante y nuestra evolución, tanto en el ámbito humano y terreno como, sobre todo, divino y cósmico. No existen reinos ni territorios más esenciales que conquistar. Tampoco tesoros más valiosos que encontrar, compartir y disfrutar.

 

                                                                  En esta visión proactiva y reveladora del apocalipsis, el quinto jinete sería el amor, en todas y cada una de sus manifestaciones: philia, eros y agapé. Su montura, seguramente un unicornio, sería transparente como el cristal.

 

                                                                  El amor no sólo es la cara opuesta del miedo. También, y sobre todo, es el único código, la única frecuencia, el único programa y la única vibración capaz de transformar, embellecer, elevar y sanar cuanto sea necesario, la única fuente de salud duradera, el único proveedor de todo cuanto precisamos para nuestro caminar terrestre, al igual que para nuestra evolución y avance celestes. Cuando el amor está presente, el miedo no tiene cabida. Lo mismo sucede al contrario. Si hay miedo, la puerta del amor se cierra, impidiendo que éste pase y modifique lo que hay detrás de ella. Mas su potencia es tan elevada, que a la mínima oportunidad, entra y toca todo cuanto se encuentra.  Lo mismo ocurre con la luz, por diminuta que sea. Se cuela por la más mínima rendija y brilla en medio de la oscuridad más profunda.

 

                                                                  Cabalgar con el amor como montura es compatible, y completa, las acciones correspondientes a las cuatro llaves de revelación mencionadas. Además, las alienta, las alimenta, las sostiene y las potencia. Entonces, la vida entera se abre a nuestro paso y nos rinde pleitesía, por la sencilla razón de que actuamos a su favor y para su más alto beneficio, sea como sea que esa vida se manifieste, e incluso cuando está cubierta de miedo y oscuridad. Ni siquiera cubierta con estas cáscaras, la vida deja de estar presente ni de existir, y en cuanto el afilado cuchillo del amor retira esa cubierta, de nuevo se manifiesta en su original y primigenio esplendor.

                                                                 

                                                                  Para finalizar, y como tarea para el hogar, cito las cuatro fases alquímicas con las que también podemos relacionar a estos caballos y sus jinetes: nigredo, rubedo, albedo y citrínitas. En amor y gratitud, bendiciones y alegría para tod@s.

 

 

María Sánchez-Villacañas de Toro

Psicóloga Colegiada M-02604

 

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(C) María Sánchez-Villacañas de Toro (Madrid, miércoles 20 de abril de 2022)

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